3 de octubre de 1483. Mondoñedo, comarca de Mariña Central, al norte de Lugo. En la plaza situada frente a la catedral se agolpa una multitud en torno al cadalso. ¿Quién es el reo? ¿De qué se le acusa?
Para conocer la historia debemos remontarnos 42 años atrás, a la Baja Edad Media.
En 1441, Pedro Pardo de Cela ejercía de merino (juez y administrador del rey) en Mondoñedo, pueblo de la provincia de Lugo. Como era costumbre en la época, antes de contraer matrimonio negocia la dote que su esposa iba a aportar. La joven, Isabel de Castro, era sobrina del poderoso obispo de Mondoñedo, Pedro Enríquez de Castro, quien se muestra extremadamente generoso con la pareja.
Como dote de Isabel les cede la mayor parte de su patrimonio -exceptuando lo que él necesita para vivir-, incluido el inconquistable castillo de A Frouxeira, sito en el municipio lucense de Foz. Pero nunca pudo aclararse el misterio de cuánto de esa dote pertenecía al obispo a título personal y cuánto a la diócesis, lo que un tiempo después desencadenó un grave conflicto para Pardo de Cela.
Cuatro años después, en 1445, fallece Pedro Enríquez dando paso a su sucesor. Al asumir el cargo, el nuevo obispo reclama a Pardo de Cela para que devuelva la dote recibida a la diócesis. Ante su negación, comienza el enfrentamiento entre la Iglesia y Pardo de Cela, por lo que el matrimonio decide mudarse a Viveiro, donde él, un tiempo después, es designado alcalde.
Entre los años 1467 y 1469, durante la Revolta Irmandiña (revuelta social gallega de importantes dimensiones), los irmandiños atacaron múltiples fortalezas nobles, entre ellas el castillo de A Frouxeira. Pero se sabe que no tuvieron éxito, posiblemente gracias a la acción de Pardo de Cela, lo que se cree origen de su título de mariscal en 1474.
En diciembre de ese mismo año fallece el rey Enrique IV de Castilla, padre de Juana la Beltraneja que entonces contaba con 13 años de edad. A pesar del pacto existente entre Enrique y su hermana Isabel sobre la posesión de la corona, la reina viuda Juana de Portugal defiende los derechos al trono de su hija** y para conseguirlo desposa a la pequeña Juana con su hermano y tío de la niña, Alfonso V de Portugal. Así, Alfonso pasa a ser proclamado rey de Castilla y León asegurando el reinado de la Beltraneja y dando comienzo a la guerra con los reyes Isabel de Castilla y su esposo Fernando de Aragón.
Isabel de Castro, esposa de Pardo de Cela, era prima de ambas aspirantes al trono, Juana e Isabel. Por motivos que la historia todavía no ha podido esclarecer, -pues las versiones sobre la inclinación partidaria de Pardo de Cela son contradictorias- Isabel la Católica adopta una serie de duras medidas contra el marido de su prima, y en 1476 los partidarios de la reina Isabel deciden que el mariscal sea expulsado de la alcaldía de Viveiro.
Dos años después, en 1478, por orden de los Reyes Católicos, Pardo de Cela es expulsado de Viveiro y los corregidores de Mondoñedo y Ortigueira (A Coruña) reciben la orden de no permitirle la entrada en sendas poblaciones. Ante el veto, Pardo de Cela y su esposa Isabel de Castro deciden buscar refugio y trasladan su domicilio al castillo de A Frouxeira. Allí, junto a los otros dos Pedros, Pedro de Bolaño y Pedro de Miranda, caballeros hidalgos y amigos del mariscal, se hace más fuerte.
Pero el objetivo de la devolución de la dote matrimonial no había caído en el olvido, y los obispos Pedro Arias Vaamonde, Alfonso de Segura, Alfonso Vázquez de Acuña y Fadrique de Guzmán, sucesores de Pedro Enríquez, continuaron reclamando los bienes. El conflicto quedó en manos del corregidor, que falló a favor del obispado de Mondoñedo y ordenó la inmediata devolución de los bienes.
Pardo de Cela se negó rotundamente, ya que seguía sin ser posible saber qué bienes eran patrimoniales y cuáles eran herencia del obispado. Ante su negación fue juzgado en rebeldía y condenado a muerte.
Por ese motivo y probablemente por sospechas de que el mariscal conspiraba contra ellos -a pesar de que ya se había firmado la paz entre España y Portugal-, los ya entonces reyes católicos Isabel y Fernando envían en 1480, con un séquito de 300 jinetes al caballero Luis Mudarra con la orden de doblegar y arrestar a Pardo de Cela y sus simpatizantes en nombre de la paz del reino. Pero, una vez más, el héroe supo defenderse del ataque con sus aliados y derrotar a las tropas castellanas.
Ante la incapacidad de conquistar el castillo de A Frouxeira, las tropas castellanas retroceden con la intención de descansar y decidir una nueva alternativa. Pardo de Cela aprovecha esa aparente libertad para ausentarse del castillo e ir al castillo de Castrodouro, hoy conocido como Castillo de Alfoz.
Al llegar la ausencia del mariscal a oídos de Luis Mudarra, vio brillar la oportunidad ante sus ojos. Planeó una emboscada desde dentro del propio castillo y consiguió la entrada al mismo a través del soborno: el caballero Roi Cofano do Valadouro y los otros 22 criados que guardaban la fortaleza cedieron ante la corrupción de los soldados castellanos.
Sus bienes fueron confiscados, pero Pardo de Cela logró escapar durante un tiempo refugiándose en distintos lugares. Finalmente, el 23 de septiembre de 1483, fue capturado en casa de Fonsa Yáñez, en Castrodouro, y el 3 de octubre de ese mismo año se fija la fecha para su juicio y ejecución en la plaza de Mondoñedo, frente a la catedral. No solo había caído el hidalgo, también su hijo Pedro de 22 años, y su amigo Pedro de Miranda.
Desesperada ante la perspectiva de enviudar, Isabel de Castro acude a una audiencia con su prima castellana, la reina Isabel la Católica y logra obtener un indulto condicional para los tres condenados. Con la absolución en sus manos, emprende rápidamente el camino de regreso que se alarga en 10 días de viaje ininterrumpido y llega a Mondoñedo poco antes de la ejecución Al llegar a la ciudad, Isabel es recibida por los secuaces del actual obispo, Fadrique de Guzmán, un hombre ambicioso capaz de cualquier cosa para ascender en su carrera político eclesiástica alentada por el reinado de los reyes católicos y que nunca había ocultado su aversión por Pardo de Cela y su proceder y rebeldía.
Así, el traidor, conocedor del indulto de la reina Católica, ordena entretener a Isabel en el llamado Ponte do Pasatempo (Puente del Pasatiempo) mientras ordenaba que apurasen la ejecución en la plaza ante una multitud que esperaba ansiosa el indulto que no llegó a tiempo.
Ante la perversa injusticia, cuenta la leyenda de Pardo de Cela que al decapitarle, conforme caía la cabeza por los escalones del cadalso, sus labios pronunciaban repetidamente "credo, credo, credo".
Una segunda versión interpreta las últimas palabras como "¡clero, clero, clero!", acusando a los responsables de su muerte; mientras que la tercera asegura que fueron "¡creo, creo, creo!".
También hay escépticos que opinan que lo que realmente se escuchó fue cloc, cloc, cloc, es decir, la onomatopeya del sonido provocado por la cabeza mientras caía.
Consumada la ejecución, se dio la orden de hacer desaparecer los cuerpos de Pardo de Cela y su hijo para evitar la veneración de los héroes gallegos y el castillo de A Frouxeira fue destruido rápidamente. Aquel día no solo murió un hombre; murió un esposo y padre de familia, hidalgo, mariscal y respetado guerrero. Con él murió el último defensor de la soberanía del Reino de Galicia. Su muerte representó el inicio de la depresión y decadencia del reino gallego, la pérdida de su autonomía como nación próspera y el inicio de la colonización económica, la emigración y la censura cultural de su pueblo.
La leyenda ha llevado a numerosos visitantes a los lugares donde se desarrolla la historia del héroe gallego. Puesto que la acción transcurre en su totalidad en la provincia de Lugo, es posible hacer un recorrido marcado como interés turístico siguiendo de cerca los lugares.
Cuando Galicia era conocida como el Reino de Galicia, Mondoñedo era la capital de una de sus siete provincias. Muchos de los elementos urbanos que puedes admirar en el centro histórico se encuentran en el mismo núcleo urbano: el palacio episcopal, junto a la catedral -declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2015-, hasta fuentes de cantera o petos de ánimas. Esto último se trata de unas manifestaciones físicas de culto a los muertos** que normalmente representan la idea el purgatorio. En Galicia es común encontrarlos en caminos, encrucijadas, iglesias, etc. Su finalidad no es otra que ofrecer alguna limosna a las ánimas del purgatorio para que así puedan alcanzar el cielo.
Las casas blancas con tejado de pizarra y galerías acristaladas también son típicas de Mondoñedo, algo que merece la pena ver, al igual que el barrio de Os Muíños, donde en los últimos tiempos se han asentado artesanos que muestran su oficio y productos a los visitantes. Todo esto, sito en un territorio rodeado por riachuelos, canales, pasarelas y molinos antiguoshacen del entorno un lugar mágico.
Por supuesto, no puedes irte de allí sin ver el famoso Ponte do Pasatempo donde entretuvieron a Isabel de Castro y sus portadores para que nada evitase la muerte del caballero Pardo de Cela.
Mondoñedo, como decía el ilustre escritor Álvaro Cunqueiro nacido en la propia villa, es "tierra de pan, aguas y latín".
Con más de 900 años de historia, Viveiro asegura para el turista una estancia de calidad histórica y gastronómica, sobre todo si se va sin prisa y con tiempo para disfrutar de todo lo que la villa puede ofrecer. En su casco urbano se encuentran diversos monumentos como la Puerta de Carlos V*, la Porta da Vila (Puerta de la Villa) y la Porta do Valado (Puerta del Vallado), las tres únicas puertas que quedan en pie entre las seis que inicialmente poseía la muralla protectora de la ciudad de Vivieiro.
Las iglesias parroquiales de Santa María y Santiago-San Francisco, humildes plazas y calles gremiales como a Zapatería, Pilitaria, Ferreiros, do Forno, Pescadería... Sin olvidar la arquitectura** que destaca en las casas cuyos corredores, balconadas y galerías acristaladas reflejan toda su belleza.
Entre sus fiestas, no menos famosas, se encuentran la celebración de Semana Santa, la Rapa das Bestas de Candaoso, una de las tradiciones más antiguas de Galicia y en la que se cortan las crines y la cola de los caballos silvestres que habitan los montes cercanos. Los caballos no están domados aunque tienen un propietario, por lo que la rapa es el momento en que se marca a los caballos con un sello para demostrar su propiedad. La Romería de Naseiro se celebra a orillas del río Landro y es también conocida como Romaxe do Bo Xantar (romería del buen comer) por la gran cantidad de ingesta de comida y bebida que disfrutan los muchos romeros que acuden a esta celebración. Todas estas celebraciones han sido declaradas fiestas de Interés Turístico Nacional, solo superadas por la Semana Santa, cuya fama ha trascendido hasta ser declarada Internacional.
El mundo de sensaciones, olores y sabores que conforma Viveiro se ve envuelto por la riqueza de su variedad paisajística con vistas a la costa, valles, ríos y montañas que conforman la orografía del lugar.
La villa de Foz se halla ubicado en la vertiente más septentrional de la provincia de Lugo, a unos cinco metros sobre el nivel del mar. En el pueblo podemos encontrar integradas nueve parroquias en las que pueden observarse muestras de arquitectura civil y religiosa, además de una abundante riqueza natural del entorno y sus valles y playas.
El Castillo da Frouxeira (Castillo de Frouseira) se ubica en la parroquia de Santa Cilla do Valadouro, en el municipio de Foz, provincia de Lugo. A 427 metros sobre el nivel del mar, actualmente, solo quedan algunas ruinas de lo que fue la morada de Pardo de Cela e Isabel de Castro.
También podemos visitar la iglesia de Santiago de Foz, de origen medieval, está situada junto al puerto pesquero. Dos naves y tres sacristías conforman esta basílica que encabeza la Virgen del Carmen en una talla moderna; o la Torre de Pardo de Cela, también conocido como Castillo de Castrodouro, perteneciente a la localidad de Alfoz, que forma parte de un conjunto monástico del siglo XV.
La iglesia de San Martiño de Mondoñedo, de estilo romántico y más antigua, ya que data en el siglo XI. 'Rival' de la Catedral de Mondoñedo, pero más antigua, ya que puede presumir de ser la primera catedral de Galicia y la más antigua de España y del sur de Europa. En esta iglesia comienza la Ruta Pardo de Cela, de gran interés histórico y paisajístico con un recorrido de 70 kilómetros (ida y vuelta) donde se puede revivir la vida del Mariscal en los municipios de Foz, O Valadouro, Alfoz y Mondoñedo.
Alfoz tiene una particularidad que le hace destacar sobre el resto de las localidades. Y no nos referimos únicamente a su peculiar gastronomía, experta en truchas, o por su maestría haciendo zocas (zuecos gallegos, su calzado primitivo) sino por su famoso mercado medieval que se celebra el 19 de julio.
La localidad mariñana regresa a 1483 una vez al año. El pueblo al completo se traslada al siglo XV sin perder detalle: desaparece la tecnología, el método de transporte vuelve a ser el caballo, la ropa moderna queda relegada al fondo del armario y vuelven las calzas, los jubones, las túnicas, los briales y los sayos. Los arqueros no salen sin su celada, arco, espada y daga. Las capas vuelven a estar a la orden del día en los varones y las damas llevan tocados de moda.
Hombres y mujeres, ancianos y niños, todos representan sus tareas que lejos quedan de las ocupaciones de hoy en día. Las calles se llenan de puestos formando un mercado que vende productos de todo tipo, procedentes de su propia geografía.
Comienza cerca de la medianoche del viernes elegido con las cantigas a San Roque, la rendición de banderas al obispo Ramiro II y la mágica procesión nocturna para la entrega de los poderes del fuego, la tierra y el agua al mago Merlín. Así, el encantamiento se apodera del pueblo durante la noche, llevando la magia del siglo XV en el aire y envolviendo a los lugareños, que se retiran a descansar a sabiendas de que, al día siguiente, les espera otra época.
Es sábado, es el Día do turista (día del turista), por lo que el mercado entero será una exhibición. Un espectáculo de marionetas ameniza la apertura del evento en las estrechas calles del casco viejo de la ciudad. A su alrededor se agolpan los pequeños(¡y no tan pequeños!) para disfrutar de las historias que cuentan los muñecos de colores. Los visitantes más veteranos, conocedores de las costumbres, se adelantan a los novatos y corren a por sus tazas conmemorativas. Hechas de barroy con un cordel para colgárselas al cuello podrán degustar sin excusa el buen ribeiro del país que les ayudará a disfrutar de las viandas ofrecidas en los puestos: lacón, empanadas, pulpo, carne, zamburiñas… Ningún manjar gallego falta en la cita anual.
Las danzas medievales no faltan en el evento ante la atenta mirada de los soldados que velan por el bien de su pueblo; juglares y trovadores, malabares y músicos animan las calles bajo la presencia de la imponente fortaleza que se alza orgullosa.
En otro extremo del mercado se realizan juegos populares, mientras los herreros hacen demostraciones de su trabajo. Los alfareros maravillan a los curiosos con sus creaciones de diversas formas y tamaños, los sastres venden sus diseños al tiempo que sujetan el espejo a alguna dama coqueta que decide probarse una prenda.
Y entonces ocurre. Pedro Pardo de Cela e Isabel de Castro hacen acto de presencia y se mezclan entre sus gentes, paseando por el mercado y sus puestos seguidos de cerca por su bufón particular, encargado de animar el ambiente silenciado por la estela de respeto que deja el matrimonio allá por donde pisa. Quizá, si sabemos observar, encontraremos a unos metros de distancia al perverso obispo Fadrique de Guzmán o el propio ejército irmandiño.
Los amantes de las aves rapaces harán sus delicias en la exhibición de cetrería ofrecida donde los majestuosos halcones, azores y otras aves de presa pueden ser contemplados no solo por la nobleza y los potentados a los que estaban ligadas en esa época, sino por cualquier persona con ganas de admirar su belleza y potencial.
Isabel y Pedro, sonrientes, continúan su paseo entre el gentío, deteniéndose con unos y otros. El obispo conspira con sus secuaces siempre a espaldas del mariscal, la música del laúd suena de fondo y las actividades se desarrollan según lo previsto.
A mediodía, como es costumbre, se realiza el famoso asalto a las tabernas. Esta actividad viene de maravilla a los que llegan a ese momento del día hambrientos, ya que consiste en la degustación gratuita de torreznos y chourizos (chorizos) del país, que no es sino un abrir de boca para el xantar campestre (comida al aire libre) para disfrute de todos los asistentes.
Por la tarde continúa el jolgorio y la música. Los más diestros podrán probar su puntería en la demostración y prueba de tiro con arco. Posteriormente los pasacalles desfilarán entre los asistentes y a media tarde llega el momento del torneo de caballos, animales con un gran valor y protagonismo en la época.
La emoción aumenta cuando se da inicio a la búsqueda do segredo do mariscal (búsqueda del secreto del mariscal), una búsqueda del tesoro en la que también pueden participar los niños, estupendos competidores que siempre están dispuestos a resolver un misterio.
Mientras los pequeños corretean buscando alhajas, en otro punto del mercado los más románticos tienen la opción de ser espectadores de una boda por el rito mozárabe; mientras que los adeptos a las emociones fuertes pueden disfrutar de una exposición de objetos de tortura.
Al atardecer del sábado, una representación teatral será la que dé la bienvenida a la noche. Una cea medieval (cena medieval) a base de manzana, empanada, jamón, chorizos, pan y vino será la que vuelva a reunir a los asistentes alrededor de la mesa, a la espera de que a medianoche se celebre la representación O xuizo do mariscal (El juicio del mariscal) seguido de la queimadae conxuro (una bebida tradicional hecha con aguardiente y que se prepara con un ritual en el que se recita un conjuro).
Este momento mágico es el preludio de una fiesta nocturna en la que cada uno decidirá la hora adecuada para retirarse y poner fin a una jornada en el que pasado y presente se mezclan creando un momento más allá del tiempo.
La queimada es típica de Galicia. Se trata de una bebida a base de aguardiente, propia de la gastronomía de la tierra a la que se le atribuyen propiedades curativas que se toma después de haber recitado su conxuro (conjuro) típico, para protegerse contra maleficios y alejar a los malos espíritus de quien la ha ingerido. Este ritual tiene relación con el fuego, una tradición que se debate entre lo pagano y lo misterioso. Alrededor de la tartera de barro, se busca la purificación del cuerpo y la salvación del alma.
También se prepara para proteger al hombre de las meigas (brujas malas), que según la leyenda, intentan maldecir a todo aquel con quien se topan por puro placer o por venganza.
Tiene como ingredientes base el orujo y el azúcar a los que se les suele añadir piel de cítricos como el limón. Aunque esta costumbre tiene algunos detractores, hay quien aboga por añadir también granos de café o manzana y uva troceadas. El hecho de que Galicia sea una tierra de leyendas, supersticiones y rituales ha hecho que la queimada se popularice y se convierta en una tradición.
No faltan argumentos para visitar una región tan mágica como la cuna del caballero Pardo de Cela. Allá donde esté, es seguro que no deja de sentirse orgulloso de la fama que merecidamente tiene Galicia: de tierra fértil, paisajes espectaculares, gastronomía inmejorable y mucha magia por descubrir.